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viernes, 27 de junio de 2008

La Universidad de la Vida

Hoy se ha ido mi compañero de piso. Estudiante de Séneca, vino un buen día de Octubre con la intención de cursar un año de su carrera en Cáceres procedente de Tarragona para, finalmente, abandonar la disciplina (irónicamente) cacereña en Junio. No hace más de un año, por estas fechas, mi primer compañero de piso también regresaba, esta vez a Brasil. Él sólo estuvo un cuatrimestre, mi compañero actual un año, pero es sorprendente la forma en la que influyeron en mí en tan cortos períodos de tiempo.

Llevo dos años cursando la carrera de Magisterio, especialidad de Lenguas Extranjeras en la ciudad de Cáceres y en estos dos años no he cuajado una estancia estable. Dos años, dos pisos, dos compañeros. Sin embargo, mi experiencia universitaria está siendo plenamente grata. Obviamente no me refiero a los estudios -cómo hacerlo si soy más perro que un charco-, me refiero al desarrollo de otros valores que nada tienen que envidiar a la disciplina, la cultura o el conocimiento; me refiero a la convivencia, la tolerancia, la amistad, el respeto; asignaturas dignas de pertencer a la Universidad de la Vida y, en cierto modo, mucho más importantes que otras cualesquiera. ¡Y vaya experiencia! En el primer año un brasileño loco que se refería a la gente como "cabrón" (la primera palabra coloquial que aprendió, y buen uso hizo de ella) y que tenía una filosofía de vida basada en el optimismo, la humildad, las pequeñas cosas y el respeto mutuo. Estudiante de Historia del Arte, el carioca tenía un pico de oro. No podía dejar de escuchar todo lo que me contaba acerca de Brasil, la samba, la vida o las mujeres. ¡Y cómo se emocionaba por montar en un autobús articulado, ganar un partido de Pro o recibir un e-mail de su familia! Pero lo que realmente me chocó de su personalidad es el simbolismo que emanaba. Cómo una postal, un souvenir, una camiseta de la Roja o una foto eran transformados en representaciones de la nostalgia, el recuerdo, el amor a España o la amistad con un gaúcho. Cómo una bandera de Rio Grande del Sur casi me hizo llorar (porque yo no lloro, soy un machote) en la estación de autobuses, cuando se iba y dejaba tras de sí una época inolvidable que, quién sabe, será revivida un año de estos.

El catalán era de otro estilo. A él le gustaba exprimir la vida hasta dejarla sin una gota. Y congenió bien conmigo, porque también era bastante perro. Le gustaba ver series en VO de la tele americana y escuchar grupos de rock como los Jeevas, Kings of Leon o cualquiera de los otros grupos que he descubierto este año gracias a él. Era un vividor; con sólo 24 años ya había estado en muchos de los lugares más interesantes del mundo, como Nueva York, Los Ángeles, Londres o Roma. Con él aprendí esencialmente cómo ser un "chowman". Os la recomiendo, es una interesante especie.

Recapitulando, me gusta cómo funciona el ser humano por la facilidad que tiene para complementarse con otros. Me gusta cómo nacemos, crecemos, convivimos y finalmente perecemos. Cómo en el camino de la vida cada uno va encontrando otros transeúntes que te ayudan a elegir una dirección u otra, te previenen sobre lo que puedes encontrar más adelante y, en definitiva, facilitan tu travesía. Le dedico esta primer entrada a todos mis amigos; y a los tuyos, lector, y a todos aquellos que, como yo, sigan estudiando en la Universidad de la Vida. Un abrazo.

Para estar siempre al día...